Comentario
El problema de si existe o no un arte romano viene de antiguo, de los romanos mismos. La mayoría de los republicanos dirían que no, haciendo suyo aquel mandato de la "Eneida": "Tu destino, romano, es gobernar a los pueblos con el imperio". Y lo primero que le viene a las mientes al hombre de hoy, cuando oye nombrar a Roma, son los puentes de piedra, las calzadas, los acueductos, los pantanos, los arcos de triunfo, las murallas de ciudades y las ciudades mismas -Pompeya, Herculano, Ostia-, tan bien trazadas y compuestas como si estuvieran pensadas para acoger al hombre moderno.
No cabe duda, sin embargo, de que en el mundo romano había un arte exquisito, delicado, junto a otro más tosco y popular, pero el romano de la República aparentaba ignorarlos a los dos o fingir que no los entendía. En la época que aquí vamos a estudiar, era señal de mala crianza profesar, o insinuar, conocimiento alguno en materia de arte, suponer tal conocimiento en el oyente. En la "Verrina segunda" (IV, 2 y 3), publicada el año 70 a. C. Cicerón habla de arte en estos términos: "Un Cupido de mármol, de Praxiteles (he aprendido los nombres de los artífices, como podéis comprender, al instruir las diligencias del proceso). El mismo artista, según creo, fue autor del Cupido que está en Tespias y por el que la gente visita aquel lugar, pues no hay en él otro motivo para hacerlo... Frente a ésta se encontraba un admirable Hércules de bronce, que decían obra de Mirón, creo yo... (consulta sus notas)... Sí, eso es... Llamaban Canéforas a estas estatuas, pero el autor, ¿quién era?, ¿quién decían que era? (Alguien se lo apunta) ¡Ah! Sí; dices bien; decían que era Policleto".
Esta afectada ignorancia cedió ante el advenimiento del clasicismo idealista de época de Pompeyo y César. En aquel entonces un griego del sur de Italia, escultor de oficio y teorizante de su arte como otros muchos antes que él, Pasiteles escribió una historia universal de las bellas artes que alcanzó gran difusión. Las obras de estatuaria ideal del propio artista y los retratos de la época revelan la ruptura con la tradición vigente y la inclinación hacia un clasicismo inspirado en Policleto y grandes maestros del estilo severo del siglo V. Como en una carrera de relevos, los griegos entregaban los testigos de su arte a los romanos y hacían a éstos responsables de la supervivencia de sus obras. Y en efecto, si en Europa el arte clásico ha experimentado varios renacimientos, se ha debido más a los romanos que a los griegos.